No es tarea fácil llenarse de la luz del Espíritu Santo en este mundo oscuro. Un reino secular y ateo que se vuelve cada día más ofensivo para nuestro Padre en el cielo y Su perfecta voluntad para la humanidad.

Sin embargo, esta es la tarea que todo verdadero y honesto seguidor de Jesucristo tiene que cumplir como el deber más importante de su vida, una verdadera encrucijada que puede sacarlo de la esclavitud de su naturaleza caída y llevarlo a los brazos del Consolador que nos ha sido dado como un regalo de Cristo.

En esta breve reflexión, el autor sugiere un camino que nos puede llevar a entrar en el reino del Espíritu Santo cuya puerta está abierta para todos en el altar de su propio corazón, con tal de que se vacíen de su propia naturaleza pecaminosa considerando sus cuerpos como auténticos templos puros de lo más alto.

Si logramos establecer nuestro corazón bajo la guía de nuestro Espíritu Santo, que siempre vence las tinieblas, podremos iluminar este mundo como templos vivos de la familia de Dios.