Después de que terminó su segundo mandato como Presidente de los Estados Unidos en 1797, George Washington rechazó un tercer mandato argumentando, como lo haría más tarde Jefferson, que habría sido peligroso concentrar el poder durante demasiado tiempo en manos de un solo hombre, incluso si esta costumbre fue codificada recién en 1951 con la aprobación de la enmienda 22 a la Constitución de los Estados Unidos.
Washington se retiró entonces por completo de la vida política, dejando a sus conciudadanos un mensaje de despedida en el que les instaba a no involucrarse en las rivalidades europeas y a mantener a América ajena a cualquier alianza.
El Discurso de Despedida de Washington (publicado como una carta pública en 1796) fue uno de las declaraciones más influyentes de los valores políticos de Estados Unidos.
«Los servicios que por espacio de cuarenta y cinco años le he prestado con el mayor celo y rectas intenciones, me inducen a creer que se legarán al olvido mis involuntarias culpas, al retirarme de la vida pública. Confiando en esa bondad de mi país, y poseído de un ardiente amor hacia él, tan natural en el hombre que en esta tierra tuvo su cuna y la de sus padres por muchas generaciones, me regocijo anticipadamente al pensar en el tranquilo retiro donde pienso entregarme al reposo, a fin de disfrutar, entre mis queridos conciudadanos, de la benéfica influencia de sabias leyes, bajo un gobierno libre, objeto favorito de mis constantes deseos y la más dulce recompensa que puedan alcanzar nuestros mutuos afanes y peligros».